Desde niña, Macarena Rojas Ábalos sintió curiosidad por el mundo que la rodeaba. Por eso estudió Biología en la Pontificia Universidad Católica, convencida de que su destino estaba en la investigación. Trabajó en el laboratorio del Premio Nacional de Ciencias Nibaldo Inestrosa y todo apuntaba a un camino académico tradicional: doctorado, publicaciones, carrera universitaria. Pero había algo que no calzaba.

El punto de inflexión llegó cuando intentó explicarle a su mamá en qué trabajaba. “O lo simplificaba tanto que perdía sentido, o era tan técnico que se volvía incomprensible. Fue frustrante”, recuerda. Esa dificultad para comunicar lo que amaba se convirtió en una revelación: la ciencia estaba encerrada en un lenguaje inaccesible, y ella quería abrir esa caja negra.

Decidió entonces de

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