Cuántas veces nos pasa que está por terminar el día y nos sentimos “aliviados” por cumplir con todas las obligaciones que teníamos previstas, pero en deuda con aquello que nos genera cierto bienestar.
Una vez llegado ese momento, nos permitimos ser más flexibles con la procrastinación y es allí donde nos atraviesa un pensamiento absurdo -y hasta el momento imposible -de que deberían existir más horas para abarcar las responsabilidades diarias y complacer nuestras propias necesidades, en una misma jornada.
Sin embargo, el tiempo nos demuestra, una vez más, que no es infinito, y que la única solución radica en cómo lo invertimos , sin frustrarnos en el intento.
Salir del piloto automático
Pablo Tricci tiene 75 años. Es empresario, escritor y quien expone sobre la importancia de dedic