Por: Por Fidel Javier Castro Fragoso & Betto Robles La tarde arrancó con una buena trapeada de lavanda, como quien limpia el alma antes del ritual. Ese olor dulzón, entre flor y nostalgia, sube como incienso de guerra, espantando los fantasmas que se quedan pegados en los rincones del día.

El espacio donde va a tatuar al precioso se alista como altar de barrio: limpiador en spray bendiciendo la camita negra, y luego el plástico estirado que se enrosca como serpiente lista pa’ la acción.

“Buenas tardes, carnal”, se dicen con ese tono que no necesita más explicación.

El cliente ya suda. Dice que está tranquilo, pero la transpiración lo delata.

En el fondo, algo le grita que mejor no se tatúe el nombre de su ruca , por si luego truena la cosa.

Pero ya es tarde, mi rey.

See Full Page