Olof Palme, primer ministro sueco, salió a las calles de Estocolmo con una hucha y un cartel. Era septiembre de 1975. El socialdemócrata nórdico encabezaba las protestas de la izquierda contra las sentencias a muerte de cinco terroristas –tres del Frente Revolucionario Antifascista y Patriota (FRAP) y dos de ETA– en la España de Franco. «Este dinero es para las familias de los represaliados por el fascismo español», iba diciendo Palme. Su intención era aislar a nuestro país si no cedía a las peticiones de clemencia.
A esto se apuntó Luis Echeverría, presidente de México, y líder del Partido Revolucionario Institucional. El mexicano solicitó a Kurt Waldheim, a la sazón secretario general de la ONU, que se celebrase una reunión urgente del Consejo de Seguridad. Su propósito era expulsar a E