* Rocío Márquez
La designación de Diella, una inteligencia artificial, como ministra de Contrataciones Públicas en Albania ha generado titulares en todo el mundo.
Diella es presentada como una solución tecnológica a décadas de corrupción en los procesos de licitación estatal. Pero su nombramiento invita a una pregunta más profunda que trasciende fronteras: ¿puede una IA cambiar la cultura de la corrupción?
¿Tecnología como sustituto de la ética?
No se puede negar el potencial de las inteligencias artificiales para mejorar la gestión pública: automatizan procesos, eliminan cuellos de botella burocráticos y pueden actuar con mayor neutralidad que los seres humanos.
En teoría, una IA no tiene ambiciones políticas, no acepta sobornos y no se deja influenciar por favoritismos políticos. As