Un documental de la productora andorrana Qucut repasa la fascinante vida de Boris Skossyreff, un noble ruso, exiliado tras la Revolución Rusa del 17, que llegó a postularse como rey de Andorra con un visionario plan para el país pirenaico

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Lo primero que se piensa tras leer sobre la vida de Boris Skossyreff –Boris I de Andorra según él– es que se trata de un personaje de ficción inventado por Jorge Cebrián –director para la productora andorrana Qucut del documental Boris Skossyreff, el estafador que fue rey–, al modo en que lo hizo en su momento Isaki Lacuesta con ciertos hechos de Cravan vs Cravan. Porque tal como advierte en la cinta un periodista portugués de Olhão, donde Skossyreff residió un verano, “la suya es una de las biografías más increíbles de la historia de la humanidad”.

Boris Skossyreff existió, tal como prueban numerosos periódicos de todas las épocas por las que transitó este noble ruso que nacido en Vilnius en 1896, lo perdió todo muy joven por culpa de la Revolución Rusa de 1917 y terminó muriendo en 1989 en un hogar de ancianos en Boppard, una plácida ciudad de la entonces Alemania Occidental. Entre medias se desarrolló su azarosa y alucinante vida, que es la que relata Cebrián en su documental –actualmente en cines y que pronto podrá verse en la plataforma Filmin–, apoyándose en los numerosos biógrafos y expertos en Skossyreff, todos ellos fascinados por el personaje.

“Yo los llamo 'borisers'”, comenta por teléfono Cebrián con ironía, debido a que son una comunidad muy amplia y obsesionada. “Hay muchos, pero para el documental hemos contado solo con los más sólidos, ya que algunos tienen teorías poco probadas sobre la vida de Boris”, añade. De entre todos, destaca al biógrafo alemán Gerhard Lang-valchs como la fuente más seria. Lang-valchs publicó en 2018 Boris von Skossyreff. Rey de los andorranos, agente de los alemanes (Círculo Rojo), cuyo título habla por sí solo. En efecto, fue espía alemán durante la Segunda Guerra Mundial, pero también, al parecer, británico en 1917 y estadounidense después.

Su dominio de numerosas lenguas –“presumía de hablar 20 idiomas, aunque solo está demostrado que manejara a la perfección el inglés, el francés, el alemán, el español, el italiano y, por supuesto, el ruso”, comenta Cebrián– y sus perfectas formas de aristócrata –“no se quitaba ni el monóculo ni el traje aunque estuviera en un campo de concentración”, observa el director– le granjearon simpatías en todos los bandos de las distintas contiendas que le tocó vivir.

Aristócrata, apátrida y amoral

El grueso de la vida de Skossyreff se desarrolla en los momentos más convulsos del siglo XX, momentos que él surfeó tirando de su enorme encanto y de una moral muy cuestionable. “Tras la caída del Imperio Ruso, se queda sin fortuna, pero decide salir adelante a base de estafas, utilizando cheques sin fondos en los distintos países por los que pasa, lo que le provocará mucha dificultad para obtener un pasaporte en regla, lo que hoy llamamos 'los papeles'”, desvela Cebrián. En toda Europa deja un reguero de fascinación a la par que un extenso fichero de antecedentes penales como embaucador y libertino.

“No debemos olvidar que se convierte en un apátrida cuando los bolcheviques le retiran la ciudadanía rusa, por lo que su situación, a pesar de su gran porte, su elegancia y los títulos que decía tener, era de extrema vulnerabilidad, como la de cualquier refugiado de hoy en día”, puntualiza el realizador. Este agrega que le costó, debido a su mala reputación penal, conseguir el llamado “pasaporte Nansen”, que se creó en los años 20 para los numerosos apátridas que deambulaban por Europa tras la Primera Guerra Mundial y la caída de tres imperios seculares: el otomano, el austro-húngaro y el ruso.

“Finalmente, gracias a un funcionario holandés, se hizo con un pasaporte Nansen, lo que le permitió moverse por Europa de país en país a medida que iba siendo expulsado por embaucador, incluso hasta siete años más tarde de que el documento caducara”, sostiene. Es así, rebotando de un país a otro, como llega a la España de los años 30, por la que viaja hasta terminar instalándose en una villa de Palma de Mallorca. Antes se había casado en Francia con Marie Louise Parat, una joven de buena familia, pero en Mallorca conoce a Florence Marmon, una rica estadounidense, divorciada de un magnate de los automóviles, a la que se presenta como un militar prusiano de rancio abolengo. Tenía la costumbre de usar títulos inventados para impresionar a aquellos con los que se relacionaba.

Juntos organizaban fiestas y orgías en la villa mallorquina de Marmon, con menores, alcohol y cocaína en abundancia. Su escandalosa vida les llevó a ser expulsados de la isla por “conducta inmoral”. El carácter explosivo y violento de Skossyreff cuando bebía en exceso contribuye a ello, ya que le comporta mala fama en la isla, hasta el punto de que se reportan varios incidentes en los que saca una pistola para amenazar a sus contendientes.

“Tenía una personalidad turbia, sobre todo mezclada con el alcohol, a la que cabe añadir algunos comportamientos sexuales intolerables”, explica Cebrián, que desvela en el documental episodios oscuros en la vejez de Skossyreff, relacionados con el abordaje a niños. “Hemos pretendido que no quede en el documental como un personaje simpático o entrañable, porque en muchas facetas no lo era, por muy seductor que resultase”, advierte. La pareja salta de Palma a Sitges y, desde allí, Skossyreff establece su primer contacto con Andorra.

Boris I de Andorra: ¿timador o visionario?

“En la Andorra de hoy en día, Boris es un personaje popular pero anecdótico”, comenta Cebrián, que, aunque nacido en Gijón, se crió en Lleida y lleva 20 años residiendo y trabajando en el país pirenaico. Se le recuerda porque se autoproclamó rey del país durante nueve días, hasta que el obispo de la Seu d'Urgell, copríncipe de Andorra junto al presidente de la república francesa, se cansó de sus proyectos y mandó a la Guardia Civil a detenerle.

Skossyreff se interesó por Andorra tras ser expulsado de Mallorca. Era el país perfecto para sus manejos: medieval, atrasado, sin una constitución ni democracia, todavía a las puertas del siglo XX en muchos aspectos. Así que hizo una serie de propuestas para modernizar el país y, de paso, hacerse de una vez por todas con una posición a la altura de sus pretensiones de gran aristócrata. En primer lugar, se postuló ante el Consell General de les Valls, el órgano de gobierno andorrano, como cónsul del país ante la Sociedad de Naciones, propuesta que fue rechazada.

Seguidamente, elaboró una propuesta mucho más trabajada ,en la que llamaba al principado a romper con los copríncipes y declararse un estado independiente, dotarse de una constitución, casinos, pistas de esquí y villas, convertirse en paraíso fiscal y adoptar una monarquía a la manera de Mónaco. Por supuesto, con él, Boris I, a la cabeza como jefe del Estado y defensor de la fe, sin importar que Andorra fuera mayoritariamente católica y él fuera protestante. “Si fuera necesario, ya se convertiría, era un hombre con unos ideales muy acomodaticios”, apostilla Cebrián.

Su segunda propuesta provocó su expulsión de Andorra y su establecimiento en España, aunque a pocos kilómetros, en la Seu d'Urgell. Redactó la Constitución andorrana y distribuyó miles de ejemplares de la misma con una fotografía suya en la que aparece vestido con traje y barretina, el uniforme oficial del Rey de Andorra.

“Había viajado mucho y era un ávido lector, por lo que conocía bien las constituciones de los diversos países, en especial la de Suiza, que le pareció el modelo perfecto para Andorra; no era ningún disparate lo que proponía y, de hecho, cien años más tarde, Andorra ha terminado siendo lo que él propuso”, asegura el realizador.

Según se cuenta en la cinta, la propuesta tuvo una respuesta ambigua entre los poderes fácticos andorranos, que no se atrevieron a rechazarla totalmente. Skossyreff aprovechó esta circunstancia para forzar la situación y, en 1934, desde la Seu d'Urgell, proclamarse rey con el nombre de Boris I. Su reinado duró nueve días, hasta la llegada de la Guardia Civil, que lo detiene y lo envía a Barcelona y posteriormente a la cárcel modelo de Madrid.