El escándalo de las pulseras antimaltrato desvelado en exclusiva por OKDIARIO amenaza con convertirse en una prolongación del escándalo de la funesta ley del sólo sí es sí , la mayor chapuza legislativa de la historia de la democracia que causó la puesta en libertad y reducción   de penas de centenares de agresores sexuales. Y es que detrás del caso hay mucho más que un problema técnico fruto de la migración de información de la anterior empresa encargada del software y de las pulseras telemáticas , porque lo subyace de fondo -y puede estar en el origen de la chapuza que ha dejado indefensa a un gran número de mujeres- es el sectarismo de las anteriores responsables del Ministerio de Igualdad de Irene Montero , obsesionadas con prescindir de la empresa subcontratada en su día por Telefónica.

¿Y por qué?, se preguntará el lector. Pues por la simple razón de que era israelí. Algo que para Irene Montero y demás comadres de Igualdad era razón suficiente, pese a su probada fiabilidad , para prescindir de sus servicios.

Y pasó lo que pasó: que el nuevo contrato fue adjudicado a otra compañía y las pulseras antimaltrato sustituidas por otra de ínfima calidad -mucho más baratas-, con el resultado que conocemos. Durante ocho meses el servicio falló de forma estrepitosa: las pulseras se convirtieron más en un problema que en una solución y muchas víctimas decidieron quitárselas al sufrir en sus carnes una interminable cascada de errores que comprometían seriamente su seguridad.

Eso, sin contar que cientos de denuncias por quebrantamiento de la orden de alejamiento fueron desestimadas al no poder probarlo las víctimas, al borrarse las coordenadas de sus maltratadores por culpa de un fallo en el proceso de migración de los datos. En suma, un desastre sin paliativos que funde sus raíces en el papanatismo ideológico de una pandilla de sectarias que pasarán a la historia por el inmenso daño causado a las mujeres.