El sufragio universal no solo es un derecho de los ciudadanos, también representa la convicción compartida por gente civilizada de que los cambios de gobierno —necesarios en Repúblicas democráticas— nunca deben llevarse al cabo ni de manera violenta ni a través de fraudes perpetrados desde el poder.
Por eso la fundación de un órgano electoral realmente autónomo, ocurrida durante la década de los noventa del siglo pasado, constituyó un antes y un después en la vida política de México.
Por primera vez en la historia mexicana no era un órgano del propio gobierno el que calificaría las elecciones. El resultado de este cambio fundamental ha sido positivo. En lugar de que un solo partido ganara siempre las elecciones, lo que ha caracterizado las votaciones en México, desde la creación del IFE-