La clínica se encuentra a las afueras del pueblo que acaban de atravesar. Mari Carmen se ha despertado justo al rebasarlo, tras el estrepitoso salto del automóvil sobre un inoportuno montículo de arena del camino, que la ha obligado a incorporarse. Al erguirse un poco más y curiosear por la ventana, para tratar de averiguar su paradero, el dolor de una nueva contracción en los riñones la empuja a ovillarse de nuevo en el asiento posterior, mientras el vehículo penetra en el garaje del que debe de ser el centro sanitario al que se dirigen, aunque no exhiba ningún cartel identificativo. El conductor la ayuda a descender del vehículo y la acompaña en el ascensor al primer piso, donde recorren un corto pasillo, completamente desierto, hasta llegar a la última de las habitaciones de la planta

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