El festival, organizado por la Administración Presidencial de Putin, se convierte en una exaltación nacionalista y un clon más de sus programas de televisión

El Kremlin había prometido lanzar una nueva alternativa a Eurovisión , un evento internacional que competiría con el veterano festival de la música tras la suspensión de Rusia por su invasión de Ucrania en 2022. Intervisión arrancaba con una enorme proyección virtual de un vaquero que presentaba a la artista estadounidense, un golpe propagandístico contra Occidente en plena guerra. Pero el pinchazo fue estratosférico. Los norteamericanos plantaron dos veces a Rusia y los espectadores se encontraron con un show previsible que en muchos momentos era un clon de sus canales de propaganda. Nada raro, su organización no corría a cargo

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