Les aseguro que no fue en Valera, en uno de esos días en que me toca casi duchado de sudor, luego de mis diligencias de trabajo en la casa de la “Dama Ciega”, sí, la del Cañón, ir a buscar buseta para subir a La Puerta, a eso de las 3 de la tarde, y ya sentado, requerirle un jugo enhielado al atento Freddy.

Ese día, me ocurrió algo relacionado con lo que veo muy a menudo y me mueve la incertidumbre desde hace muchos años, que resume una conducta de gente de mi pueblo, que labora y explota los recursos económicos de La Puerta, pero que no les gusta vivir allí, si no en las urbanizaciones de la ciudad de Valera, en una especie de inexplicable quiebre de la relación afectiva con el terruño. Fue la expresión: << El venezolano no tiene la “ pasión del paisaje” que contribuye a que

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