El fundador de grupos minoritarios como Felt, Denim y Go-Kart Mozart disfruta de un tímido reconocimiento gracias a la biografía ‘Superestrella de las calles’
El método de Radiohead que trataba de evitar que los bots hicieran negocio con la reventa de entradas de sus conciertos
Lawrence es un músico poco conocido, pero quien lo conoce lo reconoce al instante. Y aquí está: en el vestíbulo de un hotel barcelonés. No ha probado bocado del desayuno porque no le gustaba nada. Lleva su sempiterno bolso, un pitillo en la boca y una bolsita de plástico para guardar un paraguayo que tal vez coma después. Maneja tantas cosas que el paraguayo le cae al suelo mientras intenta abrir la bolsita. Un camarero se lo recoge del suelo y cuando Lawrence le da las gracias, el pitillo le cae de los labios. Lo recoge, sale por fin a fumar y en un descuido deja el bolso desatendido en esta bocacalle de las Ramblas, zona de turistas y, también, carteristas. Nadie se lo robará. De vuelta al hotel, el sensor de la puerta automática no percibirá su delgadísima silueta y a punto estará de decapitarlo. La vida puede ser bella, sí, pero para Lawrence es un auténtico jaleo.
El artista de quien nadie conoce el apellido (es Lawrence a secas) vive un momento de tímida gloria. Su cara chupada aún delata los estragos de su adicción a las drogas, pero lejos quedan los días que pasó durmiendo en la calle. Ha visitado Barcelona para presentar Superestrella de las calles, la biografía que de él ha escrito el periodista inglés Will Hodgkinson, y lo ha hecho en una sala llena de público del Palau de la Virreina, elegante sede del Departamento de Cultura del Ayuntamiento. Aunque su primer grupo, Felt, nunca rebasó el estatus de culto y sus posteriores intentos de triunfar (los grupos Denim, Go-Kart Mozart, Mozart Estate) tampoco cuajaron, Lawrence se ha convertido en una suerte de anomalía de referencia, ese perro verde que nunca encontró la puerta del éxito pero que sigue ahí, insistiendo con sus escasas armas y sus múltiples manías.
Hodgkinson se las sabe todas. Al parecer, durante su estancia en Barcelona se ha alimentado únicamente de chocolatinas que compró en el aeropuerto de Londres. Al final, tampoco se comerá el paraguayo. Eso sí, la ceremonia del té de Lawrence desesperaría al japonés más paciente. Ha dado instrucciones precisas al camarero, pero el resultado es “basura”, así que saca una bolsita de té de su bolso y anuncia resuelto: “Esto lo arreglo ahora mismo”. Y mientras el té va tomando la tonalidad, el sabor y la temperatura adecuados, empezamos a hablar.
¿Cómo surgió la estructura del libro? Es una biografía construida a partir de largos paseos por suburbios de las afueras de Londres.
Lawrence: Hace años que doy esos paseos y pensé que estaría bien que me acompañase.
Will Hodgkinson: Quedábamos los viernes. Él pasea buscando inspiración para sus canciones, pero pronto descubrí que se fija en cosas en las que ni tú ni yo nos fijaríamos.
L: Semanas atrás llevé a una chica de paseo por Woolwich. Nos perdimos. Estaba cortado, tuvimos que tomar otra ruta y al final llegamos a esa zona sucia de Londres. Su reacción fue: ‘¡Tengo miedo! ¡Sácame de aquí!’. Para mí, cuanto más horroroso sea, mejor. Pero asumo que estos paseos no son para cualquiera.
W: Un día, en una tienda, el tipo de seguridad pensó que Lawrence era un ladrón. Fue muy incómodo, pero así es su vida. Es parte de la realidad de alguien que no encaja en este mundo. A veces, los chicos le gritan y le insultan desde la parada del bus. Recuerdo pensar cada vez que nos metíamos en algún barrio horrible y peligroso: molaría que nos atracasen. ¡Quedaría bien en el libro!
L: Pero él no estaba el día que me atracaron. Fue en Eltham, el barrio donde nació Boy George. Un chico se abalanzó sobre mí para quitarme el bolso. Forcejeamos, nos empujamos y empezó a gritarme como un loco: ‘¡Dame el dinero! ¡Dame el dinero!’. Yo respondí gritando: ‘¡No tengo dinero! ¡No tengo dinero!’.
¿Llevaba dinero?
L: Acababa de pasar por el banco: ¡400 libras! Llevaba la tarjeta de crédito y todas mis cosas importantes en ese bolso. Tendría que matarme para llevárselo.
¿Qué le atrae tanto de los suburbios?
L: Que son aburridos. Me gusta ver sitios aburridos. Me gusta la arquitectura y me gusta más ver casas normales de familias normales que catedrales. Todo empezó cuando quise conocer la casa de una estrella de cine (se refiere a Terence Stamp). Más adelante busqué la de Siouxsie, de Siouxsie and the Banshees, y di con la zona, pero aún no he encontrado su casa. Tengo que volver a intentarlo.
W: Un día fuimos a buscar la de Kate Bush. Tampoco la encontramos.
Qué curioso. Su afición por los suburbios nació buscando casas de estrellas.
L: Bueno, la de Terence Stamp está en el East End y eso no es un suburbio. ¡Me encanta el East End! No me había fijado en que era tan llano y eso me permite caminar rápido. Si viviese en San Francisco no hubiese durado ni un día.
W: No, no puedes subir colinas.
L: La zona en la que nació Siouxsie sí era un suburbio, pero una vez allí me pareció un lugar precioso. Nunca había visto algo igual. Decidí volver por allí una y otra vez y ahora me conozco ese barrio sin necesidad de un mapa.
Muchos jóvenes forman bandas precisamente para escapar de este tipo de lugares en los que crecieron. Usted vuelve una y otra vez.
L: Pero no quiero vivir allí. Solo voy a buscar inspiración. Es muy fácil inspirarte en sitios aburridos. Pero voy por la mañana porque solo quiero ver a las señoras yendo a comprar, a los escolares... Y a media tarde regreso a la gran ciudad.
W: Tiene un apartamento en el centro de Londres.
En vez de aprovechar sus conciertos para conocer otros lugares, prefiere regresar esa misma noche a casa aunque esté a 300 kilómetros. ¿Por qué?
L: Porque no puedo permitirme un buen hotel. Tenemos que ir a hoteles horrendos y me paso la noche sentado, viendo la tele y esperando a que el resto se despierten, de modo que cuando llegamos a casa ya hemos perdido todo el día.
W: Tampoco le gusta mucho salir de su zona de confort. El otro día estuvimos en un hotel y se quejaba de la temperatura de la habitación, de que no podía hacerse una tostada…
L: Estoy esperando a ser lo suficientemente rico para tener un asistente personal que ponga la habitación a la temperatura adecuada, que me prepare el baño, que me enjabone la espalda… Las cosas que necesita un hombre mayor.
W: ¡Nadie querría enjabonarte la espalda!
L: Si le pago por ello… Yo quiero vivir como una persona rica.
Pero, sin ser un artista de gran éxito, ¿cómo lo va a conseguir?
L: Ahí está el dilema. Pero yo quiero un asistente personal y un chófer corpulento que aparte a la gente que se me acerque por la calle. Ese es mi sueño.
Will dice que cree que nada nunca es culpa suya. ¿Ninguna de sus decisiones puede haber torpedeado su carrera? ¿No se ha equivocado en nada?
L: Podrías decir que tomé malas decisiones, pero tampoco tuve tan buenas ofertas, así que no había mucho entre lo que escoger. No es cuestión de autosabotaje. Ni de que yo cometa errores. Es porque el sello discográfico no funciona. A veces te ficha una persona, pero al resto del equipo le das igual. Fíjate en este libro y en lo mucho que pueden crecer las cosas si todo el mundo se implica. Eso prueba que si haces las cosas adecuadamente, funciona. Siempre estuve rodeado de gente que no trabajaba bien, sino de forma aficionada. Ese es el problema.
Felt apenas vendía tres mil copias por disco, Denim no acabó de triunfar y Go-Kart Mozart, menos. Aun así, tiene un documental, una biografía y le han esculpido un busto. ¿Qué dice todo eso de su música y de su carrera?
L: Que hay gente fijándose y comprendiendo lo que hago. Es una pena que no haya también un sello discográfico que complete la secuencia. Sería maravilloso porque lo que yo busco es muy fácil: un A&R como el que estaba con Adele en el estudio y le sugirió grabar una versión de Bob Dylan (se refiere a Make you feel my love). Ella no lo veía claro, pero su A&R la convenció y hoy es su canción más famosa. Necesitas ayuda externa. Yo no puedo hacerlo todo solo.