La infraestructura pública es una seria responsabilidad política. Representa una parte importante de la razón de ser de un gobierno y un destino prioritario de los recursos públicos.

Pero en ningún caso la infraestructura pública se puede convertir en un ejercicio de vanidad, ni mucho menos en una estrategia electoral. Eso lo he comprobado una y otra vez a lo largo de mi trayectoria. Los gobernantes se encuentran frecuentemente ante la tentación de utilizar los recursos de todos en ese sentido, pero la única inversión en infraestructura válida es aquella que se hace desde un reconocimiento de las necesidades reales de la población y de su dignidad.

Es bien sabido que México es un país con profundas desigualdades; desigualdades que se reflejan de manera particular en la infraestructura. E

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