Denise Dresser (*)
Ricardo Salinas Pliego no esperó al balcón presidencial. Prefirió organizar el suyo: luces, reflectores, banderas y un público cuidadosamente seleccionado.
Lo bautizó Movimiento Anticrimen y Anticorrupción (MAAC). Traducción política: autopromoción como el “anti-4T” bajo la fachada de ciudadanía indignada.
Aunque jura que no busca candidatura, sus gestos lo delatan. Se fotografía con intelectuales y periodistas, se rodea de figuras públicas que validan la puesta en escena. Construye una plataforma desde la cual capitalizar el descontento, polarizar y atraer a una oposición debilitada.
Pero hay una contradicción evidente entre el personaje que hoy se presenta como paladín del Estado de Derecho y su propio historial.
La trayectoria de Salinas Pliego está marcada no po