L a percepción social de una persona pública evoluciona gradualmente, si bien le va. Comienza en las calles, sigue en los medios y si la suerte o la obra de sus seguidores lo consigue, termina en los libros de texto, los monumentos, las estatuas y algunas veces hasta en libros perdurables o evangelios.

Hay quienes son conocidos, otros son famosos; unos resultan ejemplares; algunos más heroicos, pero en la escala ascendente de hay un momento cimero: la idolatría:

Individuos (ahora también individuas), cuyas dotes, valores, obras, personalidad, prestigio no merecen sólo elevarlas a la altura del ejemplo sino de la condición epónima. Su nombre en montañas, valles, pueblos y ciudades de grande o pequeña dimensión. El orgullo del nativo de un pueblo se convierte en el nombre del pueblo. Pura

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