La sala del hospital se iluminaba cada mañana con los rayos del sol que lograban colarse por los ventanales. Allí, entre camas alineadas y murmullos médicos, un adolescente de rostro inusual respondía al nombre de Rocky Dennis . Los médicos evitaban mirarlo fijamente al pasar.
Rocky Dennis , nacido en 1961 en Glendora, California , se convirtió en un símbolo inusual en la década de 1980.
Apenas nació, los médicos sentenciaron el primer diagnóstico con frialdad quirúrgica. El chico tenía una condición conocida como displasia craneofacial , que opera como un escultor despiadado sobre los huesos del cráneo. Los huesos crecían, pero no a partir del deseo de vida, sino de la voluntad caótica de una mutación rara que dejaba a los cirujanos sin mapas ni esperanzas. “Nunca llegará a los