La frase ha llegado a banalizarse para ilustrar cualquier situación de caos político, incluso algunos que están lejos de compararse con aquellos días de 1994 cuando fue pronunciada por Mario Ruiz Massieu, entonces subprocurador de la PGR y designado por Carlos Salinas de Gortari para investigar el asesinato de su hermano José Francisco, entonces dirigente nacional del PRI.
Habían pasado seis meses del asesinato de Luis Donaldo Colosio, candidato presidencial de ese partido, ejecutado públicamente en un mitin de campaña en Lomas Taurinas, una colonia pobrísima enclavada en los cerros de Tijuana.
A José Francisco lo asesinó Daniel Aguilar Treviño, un joven tamaulipeco condenado a 50 años de prisión y de acuerdo a las investigaciones de la época, contratado por legisladores federales priist