Una cosa es diseñar la tecnología más avanzada del mundo en un laboratorio y otra, muy distinta, tener la capacidad de producirla en masa. Este es precisamente el talón de Aquiles que amenaza la superioridad militar de Estados Unidos: una brecha considerable entre la innovación teórica y la capacidad real de fabricar y desplegar equipos a la escala que exige un conflicto moderno. Este desfase pone en jaque la efectividad de toda su estrategia de defensa a largo plazo.

De hecho, esta debilidad se manifiesta en la urgencia por acortar los plazos de entrega de material crítico. Para la cúpula del Pentágono, es imperativo acelerar el despliegue de armamento avanzado y, de forma paralela, poner en órbita con mayor celeridad las nuevas generaciones de satélites. Estos sistemas, vitales para

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