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En septiembre de 1973, con tanques en las calles de Santiago de Chile y la democracia desangrándose, una misión secreta se ponía en marcha: salvar un tesoro invaluable. 169 obras de arte de los muralistas mexicanos José Clemente Orozco, David Alfaro Siqueiros y Diego Rivera, destinadas a una exposición, quedaron atrapadas en el caos del golpe de Estado de Augusto Pinochet.
“La ruta a México es: Antofagasta, Lima, Panamá, México y escala técnica en esos lugares. Comuníquenlo al canciller Rabasa y díganle que cruce los dedos”, escribió en el telegrama el embajador mexicano Gonzalo Martínez Corbalá antes de subir al avión que lo regresaba a su país.
El cielo de Santiago estaba lleno de ceniza y miedo. Martínez Corbalá sentía pánico en el pecho: era el peso de la historia y de la urgenc