La historia suele regalarnos paradojas inesperadas. En la Batalla de Tucumán, dos viejos conocidos se encontraron frente a frente en un campo de guerra: Manuel Belgrano y Pío
Tristán. Ambos se habían formado como estudiantes en Salamanca y compartido vida en Madrid. El destino, sin embargo, los colocó en bandos opuestos.
Belgrano, que cargaba sobre sus hombros la difícil misión de comandar el Ejército del Norte, le escribió a Tristán en términos de cordialidad y esperanza: “Fui el pacificador de la gran provincia del Paraguay. ¿No me será posible lograr otra gran dulce satisfacción en estas provincias? Una esperanza muy lisonjera me asiste de conseguir un fin tan justo, cuando veo a tu primo y a ti de principales jefes…”
El primo era nada menos que el general José Manuel de Goyeneche, c