Madrid

A veces, cuando uno no tiene la precaución suficiente de atender a lo que en el presente se dice del pasado, no hay más remedio que aventurarse en el futuro a tratar de completar aquel tiempo. Y eso es lo que ha pretendido el escritor leonés Julio Llamazares ( La lluvia amarilla; Las lágrimas de San Lorenzo; La lentitud de los bueyes ) en su último libro, El viaje de mi padre (Ed. Alfaguara), la crónica del itinerario repetido que hace casi 90 años hizo su progenitor, en una de las pocas veces que salió de su pueblo, entonces con 18 o 19 años, como radiotelegrafista en el bando sublevado y acompañado por su amigo Saturnino, pero sobre todo por el pánico de perecer en una contienda que asoló el país entre 1936 y 1939.

"Mi padre al principio -cuenta Llamazares- cuando regresó

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