La decisión de algunas universidades españolas de romper acuerdos de colaboración e investigación con entidades de Israel que no han condenado la masacre de este país en Gaza puede tener un efecto más simbólico que práctico. No hay en juego contratos millonarios de armas o tecnología, pero la posición crítica de las instituciones de educación superior de un importante país europeo supone un potente mensaje y prueba de ello es la reacción y lo que ha venido después. Es un mensaje hacia el exterior del país –universidades como la de Barcelona, Valencia o Granada tienen posiciones destacadas en los ranking internacionales–; pero también hacia dentro, porque en España es mayoritaria la condena popular de los atroces acontecimientos.
Las medidas adoptadas por rectores españoles y sus equipos r