En verano me cuido mucho. Subo y bajo montañas, como con moderación, bebo poquísimo. Cuando vuelvo a parecer en el mundo civilizado, tengo un pico de autoestima porque la gente dice que me veo delgadito y yo me encuentro despierto, activo y con ganas de comerme el mundo. Libros, discos y series que antes de marchar me aburrían ahora me parecen interesantísimos. Después de dos meses en un apartamento de alquiler, con las cuatro cosas justas, voy por casa y todo es un descubrimiento. Es así como, en la librería del pasillo donde tengo los libros más viejos, veo las cubiertas naranjas de la Biblioteca Popular L’Avenç que me llaman.
–¡Ei, chico!
Entrar en la historia, contribuir a su continuidad: qué mal nos lo hemos montado
La Biblioteca Popular L’Avenç se publicó en Barcelona entre 1903 y