En un alarde de audacia política sin precedentes, el Ayuntamiento de Granada -ese templo de las prioridades bien enfocadas- ha decidido crear una flamante oficina antiocupación. Sí, como lo oyen. Con los problemas reales de Granada resueltos (ironía on), el equipo de gobierno con mayoría absoluta del PP ha decidido volcar recursos públicos en combatir un problema tan residual en la ciudad como el sentido común en algunos plenos municipales.

Porque no se trata de resolver lo urgente, lo estructural, lo que realmente angustia a la ciudadanía -como el acceso a la vivienda, los alquileres disparados, los desahucios silenciosos, o la turistificación galopante-. No. Se trata de ocupar titulares, de alimentar el relato de miedo que tanto gusta a sus socios de palco, y sobre todo de regalar oxíge

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