Casi tres años atrás, el cantautor Javier Pittorino lanzó su tercer álbum de canciones, un trabajo que a la postre lo acercaría como nunca a un tipo de expresión cada vez más personal e individual. Única e irrepetible.
Es que, a partir de las composiciones de Vi en el tumulto un deseo parecido (2022), el músico comenzó a despegarse cada vez más de ese mote (el de músico a secas) para pasar a convertirse en un artista cada vez más difícil de limitar con conceptos.
Algo así como un trovador de momentos e incomodidades, un malabarista de emociones y sentimientos encontrados o un entusiasta del silencio y la palabra en estado puro.
“Si hago otro disco, no sé qué va a quedar”, decía Pittorino poco después de publicar ese disco con el que comenzó a recorrer cada vez más geografías y latitudes