Hoy, jueves 25 de septiembre, me siento en el jardín de la casa que diseñó mi abuelo, el arquitecto Jacques Mosseri, solo para recordarlo. Podría darle el gusto al gremio de la arquitectura de escribir un homenaje técnico, honrando su icónico trabajo como la remodelación de la Biblioteca Nacional en 1976. O el de la plaza de Paloquemao con Dicken Castro en 1967. O los planes de ordenamiento de Barrancabermeja y Quibdó. Mi abuelo también fue arquitecto urbanista, y tuvo el honor de ser discípulo de primera mano de Le Corbusier, al que conoció en Marsella después de graduarse de la Universidad Javeriana en 1959.
Estas líneas las escribo con sumo cariño ahora para EL TIEMPO, el periódico que le dio un espacio en la sección Bogotá desde 1995 hasta el 2014, el año en el que publicó su última c