El fin de la Unidad Popular no se consumó de inmediato tras el trágico golpe militar del 11 de septiembre de 1973. Se abrió un vacío que demoró años en cerrarse. Cada partido de la izquierda sobrevivió como pudo, en la más completa indefensión frente a la barbarie de los generales y de sus cómplices, activos y pasivos —como diría, décadas después, el expresidente Piñera.
Sobrevino una profunda autocrítica en todos los partidos , debate que se radicó principalmente en el exilio, dado que los principales dirigentes habían huido al extranjero, mientras que en el interior del país la represión se imponía la persecución y la resiliencia extrema.
Emergieron dos diagnósticos y dos respuestas. Unos concluyeron que “una revolución debía saber defenderse ” y que no existía un único camino, sin