Un estudio arqueológico llama a reconocer la categoría de templos del siglo XI en el norte del país, como la ermita soriana de San Baudelio, cuyas peculiaridades siguen sin ponerse en valor por “falta de investigación” y falsos tópicos sobre su estilo

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En un apartado pueblo de la provincia de Soria se sitúa una de las ermitas más singulares del país: San Baudelio de Berlanga. El templo, que recibe cerca de 20.000 visitas anuales, se levantó en un momento histórico clave, cuando la reconquista cristiana recuperaba territorios que llevaban siglos bajo dominio musulmán. El arte románico —que llegaría a continuación a nuestro país procedente de Francia (siglo XI)— decoró sus muros con unas extraordinarias pinturas sobre las que existen decenas de interpretaciones. Un análisis arqueológico que acaba de ver la luz llama a reconocer definitivamente la categoría de San Baudelio y la de otros templos de las provincias de Soria y Segovia de este periodo que comparten características constructivas y artísticas. Su importancia y peculiaridades —sostiene el estudio— pasan desapercibidas en la vasta categoría del prerrománico español, donde “falta investigación” y sobran tópicos: “Algunos historiadores meten en el mismo saco todas las iglesias prerrománicas como si fueran lo mismo, cuando nos encontramos con cosas complejísimas y extravariadas”.

Este punto de vista, cada vez más común entre los historiadores modernos, corresponde a la arqueóloga Consuelo Escribano, que lleva décadas trabajando sobre el terreno en templos singulares de Castilla y León que se adelantaron a la llegada del románico. En un extenso artículo que acaba de publicar la universidad soriana de Santa Catalina analiza las características comunes de ermitas medievales con profundas coincidencias, como las iglesias de San Baudelio y San Miguel de Gormaz en Soria, o el pequeño templo de la Veracruz de Maderuelo, en la vecina provincia de Segovia. Les unen elementos constructivos, materiales empleados y una decoración de los muros con un parecido, en algunos casos, sorprendente. Se trata de joyas que pueden recorrerse (y visitarse) en un itinerario de no más de 90 kilómetros por el norte de la comunidad castellanoleonesa, que ayudaría a entender mejor su origen, su valor artístico y su lugar (destacado, sin duda) en el panorama del patrimonio español.

Para Escribano, la aventura que ahora refleja esta investigación nació a mediados de los noventa. Entonces, la arqueóloga se propuso estudiar una serie de “templos atípicos” que se construyeron justo antes de que irrumpiera el arte románico. En la práctica, aquel interés se tradujo en once años de investigación arqueológica en la ermita soriana de San Miguel de Gormaz, situada a los pies de la poderosa fortaleza califal. Al reunir los datos extraídos y compararlos con las otras ermitas “atípicas” —San Baudelio y Maderuelo— llegó a la primera conclusión. “Estas iglesias nacen en el siglo XI en un momento que tiene todo el sentido: se está recristianizando un territorio arabizado durante un montón de siglos”, apunta Escribano. De hecho, cuando el románico traspasa las fronteras españolas, se decoran con pinturas de este estilo artístico para, según la experta, enseñarle la religión cristiana a los musulmanes.

Desde el Pirineo catalán

No se trataba de una decoración cualquiera. Las pinturas que ilustraron los muros de estas ermitas son obra de los talleres que trabajaban en los pirineos catalanes durante el primer románico. En las zonas rurales, habían dejado ya su sello en obras maestras como las del valle de Bohí (Lleida), donde se pintó una de las máximas expresiones del románico, el Cristo en majestad de Sant Climent de Tahüll. Esas mismas manos dieron vida a ilustraciones muy similares en San Baudelio, según apuntó en su momento una de las mayores expertas en los talleres del Pirineo catalán, la profesora Milagros Guardia. Antes de que llegaran aquellos artistas en el siglo XII, las “atípicas” ermitas que son ahora objeto de este estudio apenas si habían sido decoradas. “En las capas más antiguas, solo hemos encontrado dos tipos de manifestaciones: grabados y cruces de consagración”, apunta la arqueóloga. Estas últimas —las cruces de consagración— se practicaban en el interior de cualquier templo en el momento de la primera ceremonia oficial, como una especie de bautismo.

Más allá del paralelismo artístico con las iglesias catalanas, el trabajo de Escribano trata de llegar al fondo de la cuestión, al gran enigma que esconden estos frescos: por qué y para qué se pintaron. “Son cristianos enseñando a árabes a identificar cosas de sus creencias con la nueva religión”, expone la arqueóloga. Como ejemplo, cita una de las imágenes icónicas de la ermita de San Baudelio, en la que aparece un hombre montado a caballo con un halcón en la mano izquierda. “Claramente, el halconero es la representación de Cristo, lo creo a pies juntillas”. Escribano apunta igualmente a otro aspecto que tiene que ver con la reconquista cristiana: “Están explicando la religión cristiana a una población, la musulmana, que no utiliza la imagen”.

Las conclusiones de la arqueóloga se apoyan en los estudios de uno de los historiadores que más horas emplearon en tratar de descifrar los secretos de San Baudelio, el hispanocolombiano Juan Zozaya, fallecido en 2017. Además de plantear su propia interpretación de las pinturas de la ermita, Zozaya contradijo uno de los tópicos que todavía hoy arrastra San Baudelio: su presunto estilo mozárabe, un tipo de arte practicado por la población hispana que vivió bajo dominio musulmán, y que tiene entre sus máximos baluartes el templo de Santiago de Peñalba (Ponferrada, León; siglo X). “Hablábamos mucho porque él sabía que me interesaba este tema y me repetía: ¡No son mozárabes”. Los historiadores modernos prefieren hablar actualmente de un arte de repoblación o de reconquista, en el caso de iglesias como San Baudelio o San Miguel de Gormaz. Es decir, de templos que se fueron levantando desde el norte con la recuperación del territorio cristiano conquistado por los musulmanes, justo antes de finales del siglo XI, cuando el románico está a punto de irrumpir como un tsunami desde Francia, para teñirlo todo con un nuevo y pujante estilo.

Establecer una ruta

Así que una de las claves que une a todas estas iglesias —San Baudelio, San Miguel de Gormaz y Veracruz de Maderuelo— es su fecha de nacimiento. Que son del siglo XI se sabe por medio de dendrocronología, un método que permite conocer cuándo se cortó la madera utilizada en diferentes elementos de los edificios, por medio del estudio de los anillos que componen el interior de los troncos de los árboles. Sin embargo, Consuelo Escribano juzga que “hay poca investigación” sobre las iglesias de este amplio y complejo periodo previo al románico. Esta es una de las razones por las que estos edificios —como apunta la arqueóloga— van a parar al extenso grupo de testimonios del arte prerrománico, cuyas singularidades están todavía en constante revisión. “Existen historiadores que quieren mantener el tópico de San Baudelio como un templo mozárabe porque parece que hay un interés turístico, incluso artístico; hay personas que siguen viviendo en el pasado”, opina.

Para deshacer clichés y reconocer las particularidades de estas ermitas sorianas y segovianas, la arqueóloga propone un mayor conocimiento y una divulgación más precisa, algo que se conseguiría si fueran mostradas por “gente experta”. De hecho, de los estudios realizados hace dos décadas sobre San Miguel de Gormaz —que fueron publicados en un volumen por la Junta de Castilla y León— se desprendía ya la necesidad de crear una ruta por estas iglesias para “entender mejor el territorio”. Un viaje divulgativo “orientado al turismo que podría generar pequeños motores de desarrollo local”, añade Escribano. En efecto, tanto las ermitas sorianas como el edificio segoviano de Maderuelo se asientan en una zona de Castilla y León apartada y profundamente despoblada. El objetivo de este itinerario sería trasladar todo este conocimiento a la sociedad. Iniciativas como esta, sin embargo, requieren de “grandes dosis de pragmatismo y de interés, no solo de las administraciones, sino también de las poblaciones, los propietarios y la propia ciudadanía”, añade la arqueóloga.