Existen historias que no requieren de efectos especiales para emocionar. Basta con la luz de un proyector, una sala en penumbra y la convicción de que el cine todavía puede ser más que un entretenimiento fugaz. En Cuenca, esa creencia lleva 54 años latiendo en cada sesión del Cineclub Chaplin. No es solo una programación alternativa, sino una forma de ver, de pensar y de reunirse. El Chaplin celebra su 55ª temporada, consolidado como un símbolo de fidelidad al cine y como acto colectivo. Y lo hace con una historia a cuestas que no cabe en una pantalla, pero sí en el corazón de los más de 750 socios que les apoyan.

La historia del Chaplin comienza un 18 de octubre de 1971, cuando un grupo de inconformistas se reunió para plantar cara a la programación muchas veces irrelevante de los cines

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