“Yo baldeaba el patio todos los días, tenía que estar todo limpio antes de jugar con mi hermano”, inicia su relato Nicolás Cabré , dejando al descubierto un costado casi desconocido de su niñez. Frente a Mario Pergolini en Otro día perdido, el actor se sumerge en recuerdos cargados de detalles y hábitos formativos: “Tiraba el agua, hacía la barridita con la escoba… pasaba el secador y después el secador con el trapo. No entrábamos a jugar hasta que la última línea quedara perfecta”.
Ese simple ritual doméstico era, en su universo infantil, mucho más que una rutina de limpieza: era el umbral que separaba lo cotidiano del juego, una especie de ceremonia privada compartida en familia. “Claro... jugábamos al quirófano”, acompaña Cabré siguiendo la ocurrencia de Soy Rada, particip