Hace casi una década el abogado Vidulfo Rosales –hoy secretario de Estudio y Cuenta (y cuento) del “Tata mandón” de la Suprema Corte de Justicia, Hugo Aguilar --, aún medraba con el negocio más rentable de su vida: la protesta infinita y circular por los hechos ocurridos hace once años en Iguala. “Los 43”.
La representación justiciera de los intereses emocionales, económicos, familiares y sociales de los dolientes padres (según la versión interna), logró convertir la pena en industria. Vidulfo optó por un camino genial: presentó siempre un asesinato masivo cometido por la mafia del PRD en Guerrero, los amapoleros serranos y el crimen organizado, en un crimen de Estado con la imposible búsqueda de sobrevivientes como cebo, lo cual llevó el tema a otro terreno: el de los Derechos Humanos, m