Es cuando uno pierde algo que se da cuenta de lo que deja atrás. Julio Llamazares (Vegamián, León, 1955) lo sabe bien. “Cuando mi padre contaba alguna historia de la Guerra Civil, yo no le hacía mucho caso y ahora me arrepiento. Murió pronto y sus recuerdos quedaron en ese limbo de la memoria en el que se desvanecen las vidas de los que nos precedieron”, explica a La Vanguardia durante un recorrido por los alrededores de Teruel, donde tuvo lugar una de las peores batallas de la contienda española, en la que su padre, don Nemesio Alonso, participó con tan solo dieciocho años como radiotelegrafista en el bando sublevado y acompañado por su amigo Saturnino. Ambos, conscientes de que los iban a movilizar, se presentaron de forma voluntaria para elegir destino y no ir de carne de cañón a Infa

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