El Pentágono explora un concepto que podría transformar las tácticas del combate aéreo: un arma de doble filo, diseñada tanto para ser recuperable en misiones de entrenamiento como para actuar como un sistema de usar y tirar en los escenarios de mayor riesgo. Se trata de una forma de proteger sus cazas más avanzados y, sobre todo, a sus pilotos, manteniéndolos a una distancia prudencial del peligro mientras un intermediario se encarga del trabajo sucio. El objetivo es claro: salvaguardar activos de alto valor como el , delegando las misiones más arriesgadas a sistemas no tripulados.
De hecho, este intermediario es un dron bautizado como LongShot, cuya principal característica es la capacidad de disparar sus propios misiles aire-aire. El sistema funciona como una extensión del avión no