Cuando la noche es clara y la contaminación lumínica no molesta, el firmamento se convierte en una ventana celestial llena de detalles. Estrellas, planetas e incluso galaxias aparecen como pinceladas luminosas. Sin embargo, junto a estos objetos naturales, también surcan la bóveda celeste otras creaciones humanas: aviones, helicópteros y los cada vez más abundantes satélites artificiales.
La razón por la que podemos observar estos satélites es muy sencilla: reflejan la luz del Sol en sus superficies metálicas y paneles solares . Desde la Tierra, esa iluminación se traduce en pequeños puntos que cruzan lentamente de un lado a otro. Lo interesante es que ese brillo no es estático: aumenta al salir de la sombra terrestre y disminuye de nuevo al volver a ocultarse. Esa transición crea un e