¿Cuánto tiempo transcurre entre el beso y abrazo del reencuentro con nuestros hijos a la salida del jardín o el colegio y la siguiente actividad programada? Les preguntamos: “¿Cómo te fue hoy?“, pero ¿hay espacio para esperar la respuesta o lo ocupa alguna pantalla? Vivimos en una sociedad sumamente acelerada e hiperconectada en la que nos cuesta permitirnos el silencio, la pausa o “no hacer nada”.
En este contexto, los adultos nos enfrentamos a la tentación de percibir el tiempo libre de nuestros hijos como un problema que debemos resolver, dando lugar a la ansiedad o sentimientos de culpa. Así caemos en la trampa de querer llenar cada espacio: actividades extracurriculares, talleres, pantallas, un juguete nuevo tras otro. Sin embargo, ¿es realmente beneficioso para los niños estar siemp