Como lo viene haciendo desde hace unos meses, don Camilo* sagradamente va al banco a pagar la cuota del crédito que aparece a su nombre. Sin embargo, él no está pagando a plazos un paseo para sus hijos o algún crédito para mejorar su vivienda. Lo que él viene pagando es una estafa en la que cayó cuando visitaba un centro comercial de la ciudad, según señala su familia.

La historia de él es la misma que la de muchos adultos mayores de la ciudad. Empiezan haciendo una diligencia (como por ejemplo reclamar sus medicamentos) y terminan metidos en locales comerciales donde, con engaños, firman papeles sin saber que son. Al momento, o incluso días después, es que se da cuenta que han autorizado “contratos” por supuestos servicios y asesorías que ascienden a cifras astronómicas.

La situación

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