Abrir la nevera es encontrarse con un universo en pausa. Verduras que aún guardan la humedad de la tierra, quesos con sus aromas contenidos, frascos de salsas que esperan una oportunidad, hierbas que insisten en perfumar incluso desde el frío. Está llena de esperanza, de futuro, de promesas.

Porque los ingredientes, por sí solos, no bastan. Son materia prima, como letras dispersas sobre una mesa. Una cebolla, unas papas, un manojo de cilantro: cada uno tiene voz propia, pero todavía no forman palabras. La cocina comienza cuando alguien los convoca, cuando se dejan tocar por el fuego, por el aceite, por el filo del cuchillo, por la sal. Ahí se transforman, ahí nace el plato.

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Cuando miras un abecedario, no ves palabras, ves letras que sueñan c

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