Entre el viento constante que peina la costa de Chubut y el murmullo de la ciencia que emana de sus centros de investigación, existe un tesoro verde que tarde en silencio. Es un refugio de jarillas, coirones y molles ; un fragmento del alma de la Patagonia resguardado en plena ciudad de Puerto Madryn. Se trata del Jardín Botánico de la Patagonia Extraandina, un espacio que, tras un tiempo de quietud, reabrió sus puertas con más fuerza que nunca, impulsado por el esfuerzo incansable de sus guardianes y un reconocimiento que cruzó fronteras.

Caminar por los senderos del Jardín Botánico es una invitación a redescubrir el paisaje que a menudo nos dan sentados. Es entender la resiliencia de una flora adaptada a la aridez y al viento, y valorar la biodiversidad que se esconde en la estepa

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