Gerardo Romano tenía sólo veinticuatro años cuando se recibió de abogado. Previamente, sus días se repartían entre las prácticas de rugby y la Juventud Peronista. Pero una vez que la dictadura militar irrumpió en el país, sus tiempos de activista se terminaron abruptamente. “Preferí seguir viviendo”, recuerda en conversación con La Prensa . Así que la actuación, para él, comenzó como una manera de llenar el vacío que había dejado la militancia. Y vaya que lo hizo .
Treinta y siete películas, treinta y ocho tiras televisivas -entre ellas, el disruptivo unitario ‘Zona de riesgo’- y diez obras de teatro figuran en su impresionante currículum artístico. De esa decena de puestas, ‘Sexo, drogas, rock and roll’, ‘Padre nuestro’, ‘A corazón abierto’ y, la más reciente, ‘Un judío común