La memoria tiene sus trampas. Y luego están los tramposos que juegan con la memoria. En esta última categoría cabe nuestra entera historia oficial de los años setenta.

La última falsificación de la memoria, la más osada y grotesca, hay que admitir, es la que acaba de ensayar Ricardo Lorenzetti en una conferencia en la provincia de Chaco al deslizar que los juicios llamados teatralmente de lesa humanidad surgieron “del clamor popular” y “de la calle”.

Por desfachatada que sea, su apuesta es clara: consolidar un poco más la narrativa que, a día de hoy, se contentaba con postular “apenas” que la política de derechos humanos era fruto de “un consenso social”. Claro que, también en este último caso, hay que entender a qué se refieren por “consenso”.

SERA VENGANZA

Un ejemplo lo pone de manif

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