“¿Es usted feliz?”. Esta fue la pregunta escueta que planteó a los chilenos el artista Alfredo Jaar (Santiago, 1956) a comienzos de los años 80, por medio de vallas en el espacio público. Los peatones se confrontaban a sí mismos, a su propia existencia, en tiempos de la dictadura de Augusto Pinochet.

El arte, más allá de su valor estético, salía a la calle a generar una inquietud que parece simple, pero que no lo es. El planteamiento de Jaar a personas que caminan hacia sus trabajos, sus hogares, sus universidades, sus colegios o a ninguna parte; a personas que van en carros, bicicletas, buses, mientras piensan ensimismados en sus problemas, sus dolores, sus anhelos, sus esperanzas, en los sueños que se enredan con el paso del tiempo, es una invitación silenciosa a cuestionar el sentido d

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