Algo, mucho, en realidad, olía a podrido en el mayor puerto comercial de España y del Mediterráneo europeo en movimiento de contenedores - 5,5 millones al año - desde hacía décadas. Más de dos. Era una de esas sabidurías que cualquiera que se acercara al complejo mundo del Puerto de València , una ciudad autónoma en sí misma, cuajada de familias y recovecos, tenía en su haber. El Puerto era un queso Emmental -el Gruyère no tiene agujeros, salvo en el imaginario Disney-, un recinto tan permeable al narcotráfico y a su inmensa capacidad corruptora -es el tercer negocio ilegal más lucrativo del mundo, por detrás de la prostitución y del tráfico de armas - que desde antes de 2008 ya era la principal puerta de entrada de toda la cocaína producida en Colombia -hoy también se han
Mazazo ¿definitivo? a la corrupción del narco en el Puerto de València

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