Cuernavaca.— La llantera ya había cerrado ese 6 de octubre de 1993. Eran casi las 19:00 horas cuando uno de los trabajadores cambiaba las balatas de un auto. Entonces, vio a su patrón Jesús Orozco abrir el zaguán para dejar pasar a un grupo de clientes que preguntaban por unas llantas.

El dueño del negocio caminó hacia la bodega para mostrar los neumáticos. De súbito, entró al negocio un hombre con una metralleta .

“¡¿Dónde está el viejo?, el dueño de la llantera!”, gritó con fuerza. Don Jesús salía de la bodega cuando escuchó al joven. “Yo soy”, respondió, y en ese momento recibió un golpe con la culata del arma.

“Camínele”, ordenó el hombre mientras uno de sus cómplice s ingresaba al negocio , y entre los dos se llevaron a don Jesús. Ninguno de los dos trabajadores pudo

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