Hace veinte años nos reíamos en la terraza de un bar con amigas y nos sentíamos como en Sex and the City . Ahora miramos con amor la orilla del río y pensamos en Grace and Frankie : ¿y si es acá donde nos venimos a vivir? No es solo una fantasía de sobremesa. Después de la pandemia, muchas nos juramos que nunca aceptaríamos la idea de encierro, horarios fijos y visitas restringidas. Queremos otra cosa: autonomía, alegría y compañía. Y parece que el mundo nos está siguiendo la corriente.
Durante décadas, los arquitectos compitieron por comprimir más habitantes en menos metros: departamentos diminutos, pasillos estrechos, balcones que parecían jaulas. Esos diseños nunca fueron neutros: para alguien con un cochecito de bebé o un bastón, esas viviendas resultaban prisiones silenciosas. H