Ese punto de locura que tienen los pilotos de motos nos ha devuelto este año al mejor Márquez, un tipo al que se le rompió la coraza tras ganar el Mundial de MotoGP a los 32 y tras un calvario de lesiones

No acierta a hablar sin romperse. “Hoy estoy en paz”, dice. El deporte le celebra. Aplaude la gesta de un piloto que vuelve a ganar cinco años y cuatro operaciones después, que ha conseguido lo impensable, lo inaudito. Él solo puede pensar que sí, que valió la pena. Que podrá descansar en paz. Lo dice completamente roto, caretas fueras, sin coraza por unos instantes.

Marc Márquez, culé de cuna, decía hace pocos días que no recordaba cuántos balones tiene Leo Messi, pero sí sabe “lo que ha significado para el fútbol”. Él aspira a trascender, pero su deseo nunca fue ser eterno, sino dis

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