Un asado con amigos, una mirada cómplice de sus hijas, la permanencia indeleble de su hermano Gabriel. La felicidad la encuentra ahí, en esos refugios. Y en el lugar que sea: en Rosario, donde nació; en Buenos Aires; donde comenzó su carrera profesional, en San Martín de los Andes, donde crio a sus hijas lejos del acoso de la metrópolis porteña en años en los que su presencia en el prime time de la televisión, cuando las telenovelas de la tarda coqueteaban los treinta puntos de raiting, implosionaba en su intimidad familiar. Dice que su lugar en el mundo es “donde sea” mientras la compañía sea buena.

Gustavo Bermúdez dice que necesita poco para pasarla bien. Su valoración se sostiene con un estilo de vida reservado y sereno, con la sencillez de sus opiniones y el tono mesurado de sus res

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