Nieto de un capitán de la Marina Mercante y de un famoso médico, diez años le duró a Blas de Otero su infancia de niño rico. Una institutriz francesa (la Mademoiselle Isabel del poema) cuidaba de los tres hijos de la familia, sobre todo del pequeño Blas, su preferido. A los siete años ingresa en el colegio de Doña María de Maeztu , en cuya cálida enseñanza aprende las primeras letras, pero p ronto es arrancado de ese refugio para empezar el Preparatorio e Ingreso de Bachillerato en un austero colegio de jesuitas (“yo no tengo la culpa de que el recuerdo sea tétrico”, escribirá más adelante), Así comienza la biografía de Blas de Otero que puede leerse, aún hoy, en la página de la Fundación que lleva su nombre.

Como consecuencia del fallecimiento de su hermano mayor y de su padr

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