En los laberintos intrincados de la psique humana, el desarrollo de la personalidad narcisista en la infancia temprana emerge como un tema de complejidad ineludible.
No se trata simplemente de un rasgo superficial de vanidad, sino de una respuesta profunda y a menudo inconsciente a las heridas emocionales infligidas en los primeros años de vida.
Desde el instante en que un niño abre los ojos al mundo, anhela una conexión segura y amorosa. Necesita sentirse amado, valorado y protegido. Esta necesidad primordial se satisface a través de la interacción constante y significativa con sus padres o cuidadores, quienes actúan como espejos emocionales que reflejan su valía intrínseca. A través de la atención, el afecto y el reconocimiento, los padres nutren la autoestima del niño y le ayudan a co