Tadej Pogacar volvió a demostrar que no ha nacido en Eslovenia si no en algún lugar recóndito de la galaxia. Revalidó en Ruanda el título mundial de ciclismo con una exhibición tan grande y tan bestia como la que le sirvió el año pasado para convertirse en Zúrich, y por primera vez en su carrera profesional, como campeón del mundo.

En esta ocasión, el astro esloveno, si realmente ha nacido en ese país y no en otro planeta, atacó a 102 kilómetros de la meta cuando el Mundial se había apartado del trazado habitual de toda la semana para escalar una montaña denominada como el Monte Kigali, en honor a la ciudad y capital de Ruanda, que acogió el primer campeonato del mundo celebrado en el continente africano.

A Pogacar le dio igual correr en Europa que en África, porque en los últimos metros

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