Los campos de batalla modernos ya no se parecen a los que conocimos. Hoy están poblados por enjambres de drones coordinados por inteligencia artificial que optimiza rutas, evade defensas y selecciona blancos con precisión quirúrgica. Su relación costo-beneficio es demoledora, desarticulan armas convencionales sofisticadas y generan un efecto psicológico devastador. Resultado: el creciente uso de drones e IA irrumpe como activo estratégico exponencial y se vuelve un esencial “multiplicador del poder de combate”.
La guerra se libra desde pantallas. Operadores remotos destruyen objetivos con sistemas no tripulados o municiones merodeadoras que incluso pueden regresar para ser reutilizadas. Algoritmos identifican blancos y asignan, en segundos, la mejor plataforma para destruirlos. Desde nave